La principal función de la
dieta es aportar los nutrientes necesarios para satisfacer las necesidades
nutricionales de las personas. Existen cada vez más pruebas científicas que
apoyan la hipótesis de que ciertos alimentos, así como algunos de sus componentes
tienen efectos físicos y psicológicos beneficiosos, gracias al aporte de los
nutrientes básicos. Hoy en día, la ciencia de la nutrición ha evolucionado a
partir de conceptos clásicos, como evitar las deficiencias de nutrientes y la
suficiencia nutricional básica, a los conceptos de nutrición
"positiva" u "óptima". Las investigaciones han pasado a
centrarse más en la identificación de componentes biológicamente activos en los
alimentos, que ofrezcan la posibilidad de mejorar las condiciones físicas y mentales,
así como de reducir el riesgo a contraer enfermedades. Se ha descubierto que
muchos productos alimenticios tradicionales, como las frutas, las verduras, la
soja, los granos enteros y la leche contienen componentes que pueden resultar
beneficiosos para la salud. Además de éstos, se están desarrollando nuevos
alimentos que añaden o amplían estos componentes beneficiosos, por las ventajas
que suponen para la salud y sus convenientes efectos psicológicos.
¿Por
qué un alimento se denomina funcional?
Un alimento se considera
funcional porque, además de destacar por sus propiedades nutritivas, contiene
ciertos elementos, cuyo consumo diario dentro de una dieta equilibrada
contribuye a mantener o mejorar nuestro estado de salud y bienestar.
La dieta desempeña un papel
determinante en todas las etapas de la vida y es un factor implicado en la
prevención y tratamiento de muchas enfermedades, junto con unos hábitos de vida
saludables; práctica regular de ejercicio, abandono de hábitos tóxicos (tabaco,
exceso de alcohol
) y disminución del estrés.
No existe una definición
universalmente aceptada para los alimentos funcionales, al tratarse más bien de
un concepto que de un grupo de alimentos. En Europa, el primer documento de
consenso sobre conceptos científicos en relación con los alimentos funcionales
fue elaborado en 1999 por un grupo de expertos coordinados por el ILSI
(International Life Sciences Institute), según el cual "un alimento
funcional es aquel que contiene un componente, nutriente o no nutriente, con
efecto selectivo sobre una o varias funciones del organismo, con un efecto
añadido por encima de su valor nutricional y cuyos efectos positivos justifican
que pueda reivindicarse su carácter funcional o incluso saludable".
Entre algunos ejemplos de alimentos
funcionales, destacan aquellos alimentos naturales que contienen ciertos
minerales, vitaminas, ácidos grasos, fitoesteroles, fibra, sustancias
antioxidantes, los alimentos modificados y enriquecidos en este tipo de
sustancias y los probióticos como el yogur, que tienen bacterias vivas de
efectos beneficiosos para la salud.
Propiedades
de los alimentos funcionales
Hasta el momento actual, las
funciones y objetivos de salud a los que se ha dirigido la investigación en el
campo de los alimentos funcionales son los siguientes: crecimiento y
desarrollo, metabolismo o utilización de nutrientes, defensa antioxidante,
sistema cardiovascular, fisiología o funcionamiento intestinal y funciones
psicológicas y conductuales.
Crecimiento
y desarrollo. Incluye las adaptaciones de la madre durante
la gestación, el desarrollo fetal, el crecimiento y el desarrollo del lactante
y del niño. De esta manera, encontramos alimentos enriquecidos en: hierro,
yodo, ácido fólico, ácidos grasos (omega-3 y omega-6), calcio, vitaminas A y D,
leches de fórmulas infantiles con nutrientes específicos que favorecen su
crecimiento y desarrollo, etc.
Metabolismo
de sustancias. En relación con el mantenimiento de un peso
adecuado, mejor control de la glucemia (nivel de azúcar en sangre), o de las
tasas de colesterol y triglicéridos plasmáticos asociados a riesgo
cardiovascular o con un adecuado rendimiento en la práctica de actividad
física, entre otros. Algunos ejemplos son los alimentos de bajo contenido
energético (bajos en grasas o en azúcares sencillos), enriquecidos en omega-3 o
grasa monoinsaturada (ácido oleico), en fibra, bebidas y productos específicos para
deportistas (bebidas, barritas, etc.).
Defensa
contra el estrés oxidativo. Las sustancias antioxidantes funcionan
como una barrera frente al efecto nocivo de los radicales libres sobre el ADN
(los genes), las proteínas y los lípidos de nuestro cuerpo. Su consumo
contribuye a reducir el riesgo de enfermedades cardiovasculares, degenerativas
e incluso de cáncer. Respecto a los productos enriquecidos con sustancias
antioxidantes (vitaminas C y E, beta-carotenos, selenio, cinc y fitoquímicos o
sustancias propias de vegetales), destaca el aumento de éstos en el mercado,
tales como zumos de fruta y bebidas de leche, entre otros, que pueden incluir
una o varias sustancias antioxidantes entre sus ingredientes, con el fin de
paliar los procesos de oxidación.
Sistema
cardiovascular. Por su contribución a la hora de reducir el
riesgo de enfermedades cardiovasculares encontramos alimentos enriquecidos en
ácidos grasos monoinsaturados, poliinsaturados (omega 3 y omega 6), con
sustancias de acción antioxidante, fitoesteroles, ciertas vitaminas del grupo B
(B6, B9, B12) y fibra.
Función
del tracto gastrointestinal. En este sentido,
encontramos alimentos probióticos (yogures y otras leches fermentadas con
bacterias ácido-lácticas), prebióticos (alimentos con fibra soluble como los
fructo-oligosacáridos) y los enriquecidos en fibra soluble e insoluble o ricos
en fibra (legumbres, verduras y hortalizas, frutas frescas y desecadas, frutos
secos y cereales de grano entero y productos que los incluyen como
ingrediente).
Funciones
psicológicas y conductuales. En relación con el apetito y la
sensación de saciedad, el rendimiento cognitivo, el humor o tono vital y el
manejo del estrés. Se engloban en esta área los alimentos ricos en fibra y los
enriquecidos en fibra (de alto valor de saciedad), alimentos con aminoácidos
específicos, alimentos con sustancias excitantes del sistema nervioso (cafeína,
ginseng, etc.) o tranquilizantes (melisa) extraídos de plantas, etc.
CONCLUSIÓN
Los alimentos funcionales,
consumidos como parte de una dieta equilibrada y acompañados de un estilo de
vida saludable, ofrecen la posibilidad de mejorar la salud y/o prevenir ciertas
enfermedades. El tema de las alegaciones de salud cada vez se considera más
importante, y la opinión generalizada es que sería necesario un marco regulador
dentro de la Unión Europea para proteger a los consumidores, fomentar el
comercio justo y potenciar la innovación de productos dentro de la industria
alimentaria. El mayor reto para los científicos actualmente y en el futuro será
investigar las posibilidades en cuanto a nutrición y estudiar la relación
existente entre un alimento o uno de sus componentes y la mejora del estado de
salud y bienestar o la disminución de enfermedades. Es también vital comunicar
a los consumidores los beneficios que suponen para su salud, de manera que
estén bien informados para poder escoger mejor los alimentos que consumen.